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ALOS PIES DEL MAESTRO
Por: Alcione
(J. Krishnamurti)
Alcione
A LOS QUE BUSCAN:
Discernimiento
Ausencia de Deseo
Recta Conducta
Amor
ÍNDICE
Prefacio
A los que investigan
Proemio
I. Discernimiento
II. Ausencia De Deseo
III. Recta Conducta
IV. Amor
PREFACIO
Por ser un hermano de más edad,
se me ha concedido el privilegio de escribir algunas palabras como prefacio en este pequeño libro,
el primero que ha escrito un hermano más joven de cuerpo, ciertamente, pero no de Alma.
Las enseñanzas en él contenidas le fueron dadas por su Maestro al prepararlo para la iniciación,
y él las ha trascrito de memoria, lenta y laboriosamente,
porque el año anterior sabía mucho menos inglés que ahora.
La mayor parte de esta obra es una reproducción de las propias palabras del Maestro;
y lo que no sea reproducción verbal,
es el pensamiento del Maestro revestido de las palabras de Su discípulo.
El Maestro suplió dos frases omitidas. En otros dos casos, fue agregada una palabra que faltaba.
Aparte de esto, la obra es enteramente de Alcione, su primera dádiva al mundo.
Que este libro pueda ayudar a otros así como la enseñanza oral le ayudó a él.
Con tal esperanza, nos lo da.
Pero las enseñanzas tan sólo pueden ser fructíferas si las VIVIMOS,
como él las ha vivido desde que brotaron de los labios de su Maestro.
Si el ejemplo es seguido a la par que el precepto,
entonces la Gran Puerta que se abrió al escritor se abrirá para el lector
y sus pies hollarán el Sendero.
Annie Besant
Diciembre de 1910.
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I
DISCERNIMIENTO
Solamente dos clases de seres existen en todo el mundo:
los que conocen y los que no conocen;
y este Conocimiento es lo que importa.
La religión que un hombre profesa,
la raza a que pertenezca, no son cosas importantes,
lo único que realmente importa es este Conocimiento:
el Conocimiento del Plan de Dios para los hombres.
Porque Dios tiene un Plan y, este Plan es la evolución.
Cuando una vez el hombre ha comprendido este Plan y lo conoce realmente,
no puede menos que colaborar en El e identificarse con Sus designios,
tan gloriosos son como bellos.
Así pues, en virtud de este Conocimiento, se hallará de parte de Dios
erigiéndose en sustentador del bien y opositor del mal,
trabajando por la evolución y no por el interés propio.
Si estás de parte de Dios eres uno de los nuestros,
y nada importa que te llamen hinduista, budista, cristiano o mahometano,
que seas indio o inglés, ruso o chino.
Quienes están de Su parte, saben por qué están allí y qué deben hacer,
y están tratando de hacerlo.
Todos los demás ignoran aún lo que deben hacer y; por consiguiente,
a menudo actúan neciamente
y tratan de inventar procedimientos que creen puedan serles agradables,
sin darse cuenta de que todos somos UNO, y de que, por tanto,
sólo aquello que el UNO quiere puede siempre ser placentero para cualquiera.
Van ellos en pos de lo irreal y no de lo real.
Hasta que hayan aprendido a distinguir entre los dos,
no podrán inclinarse hacia la parte de Dios.
Por tanto, este Discernimiento es el primer paso.
Mas aun, después de hecha la elección,
debes recordar todavía que entre lo real y lo ilusorio hay muchas variedades;
y que se debe Discernir todavía: entre lo recto y lo erróneo,
entre lo que tiene importancia y lo que no la tiene,
entre lo útil y lo inútil, entre lo verdadero y lo falso, lo egoísta y lo desinteresado.
No debería ser difícil la elección entre lo recto y lo erróneo,
puesto que aquellos que quieren seguir al Maestro,
han decidido practicar el bien a toda costa.
Pero el cuerpo y el hombre son dos cosas diferentes,
y lo que el hombre quiere no es siempre lo que el cuerpo desea.
Cuando tu cuerpo desee algo, detente y reflexiona si tú realmente lo deseas.
Porque tú eres Dios, y querrás solamente aquello que Dios quiere;
pero es preciso que tú busques en la profundidad de tu ser
hasta encontrar al Dios en tu interior, y escuchar Su voz, que es tu voz.
No confundas tus cuerpos, ni el físico, ni el astral, ni el mental, con tu Yo.
Cada uno de ellos pretenderá ser el Yo, a fin de lograr lo que desea.
Pero tú debes conocerlos a todos ellos, y reconocerte a ti mismo como su dueño.
Cuando hay trabajo que debe ser hecho,
el cuerpo físico pide reposo, salir de paseo, alimento o bebida;
y el hombre que no tiene el Conocimiento se dirá:
“Yo quiero hacer estas cosas, y debo hacerlas”.
Pero el que sabe dice: “Este que desea no soy yo, y es preciso que espere”.
A menudo, cuando se presenta una oportunidad de ayudar a alguien,
el cuerpo físico dice: “¡Cuánta molestia será para mí, es mejor que lo haga otro!”.
Pero el hombre replica a su cuerpo: “Tú no me impedirás ejecutar una buena obra”.
El cuerpo físico es un animal a tu servicio, el corcel sobre el cual cabalgas.
Por consiguiente, debes tratarlo bien y cuidarlo; no debes fatigarlo demasiado;
hay que nutrirlo convenientemente, tan sólo con alimentos y bebidas puras,
manteniéndolo siempre escrupulosamente limpio, libre de la menor mancha de suciedad.
Porque sin un cuerpo físico perfectamente limpio y sano,
no podrás llevar a cabo el arduo trabajo de preparación,
ni podrás soportar el esfuerzo incesante que ello requiere.
Pero, tú debes ser siempre quien domine a tu cuerpo; y no el cuerpo, quien te domine.
El cuerpo astral tiene sus deseos por docenas:
Deseará que tú montes en cólera, que digas palabras ásperas, que sientas celos,
que codicies el dinero, que envidies las posesiones ajenas,
que te dejes abatir por el desaliento.
Deseará todas esas cosas y muchas más, no porque desee hacerte daño,
sino porque gusta de las vibraciones violentas, y le place cambiarlas continuamente.
Pero tú no necesitas ninguna de estas cosas ; y por lo tanto,
debes Discernir entre tus necesidades y las de tu cuerpo astral.
Tu cuerpo mental deseará considerarse orgullosamente separado de otros,
pensar mucho en sí y poco en el prójimo.
Y aun cuando lo hayas desligado de los intereses mundanos,
tratará todavía de ser egoístamente calculador y de hacerte pensar en tu propio progreso;
en vez de pensar en la labor del Maestro y en ayudar a los demás.
Cuando medites, tratará de hacerte pensar en las mil diversas cosas que él desea,
y no en la cosa única que tú anhelas.
No eres tú esa mente, sino que ella está a tu servicio;
y por lo mismo, también en esto, necesitas el Discernimiento.
Vigila pues, incesantemente; porque de otro modo, fracasarás.
El Teosofista no admite componendas entre lo bueno y lo malo.
A cualquier costa, deberás hacer aquello que sea correcto, y abstenerte de lo indebido,
sin reparar en lo que piense o diga el ignorante.
Debes estudiar profundamente las leyes ocultas de la Naturaleza,
y cuando las hayas conocido adapta tu vida acorde a ellas,
empleando siempre la razón y el sentido común.
Debes distinguir entre lo importante y lo no importante.
Firme como una roca cuando se trate de la rectitud o de la maldad,
cede siempre en las cosas que no tengan importancia.
Porque habrás de ser siempre afable y bondadoso, razonable y condescendiente,
dejando a otros la misma plena libertad que a ti te es necesaria.
Procura seleccionar aquello que merezca hacerse;
y recuerda, que no debes juzgar por la magnitud de una cosa.
Una minucia que sea directamente útil para la labor del Maestro,
es mucho más digna de hacerse,
que una cosa notoria que el mundo juzgaría buena y grande.
Debes distinguir no sólo lo útil de lo inútil,
sino también lo más útil de aquello, que sea menos útil.
Alimentar a los pobres es una obra buena, noble y útil,
pero alimentar las Almas, es más noble y más útil que nutrir los Cuerpos.
Cualquier rico puede alimentar los Cuerpos,
pero sólo quienes poseen el Conocimiento pueden alimentar las Almas.
Si posees el Conocimiento, tu deber es ayudar a otros a obtenerlo.
Por muy sabio que ya seas, te queda mucho por aprender en este Sendero,
a tal grado que aquí también necesitas del Discernimiento,
para elegir cuidadosamente lo que valga la pena aprender.
Todo conocimiento es útil, y algún día alcanzarás todo el Saber;
pero mientras poseas sólo una parte, procura que esta parte sea la más útil.
Dios es Sabiduría a la par que Amor,
y cuanta mayor sea tu sabiduría, tanta mayor parte de El podrás manifestar.
Estudia, pues; pero ante todo, estudia aquello que más te capacite para ayudar a otros.
Persevera pacientemente en tus estudios,
no con el fin de que los hombres te consideren sabio,
y ni aun por la felicidad de ser sabio,
sino porque tan sólo el hombre que sabe puede ayudar sabiamente.
Por grande que sea tu anhelo de prestar ayuda,
si eres ignorante podrías hacer más mal que bien.
Deberás distinguir entre la verdad y la falsedad;
deberás aprender a ser veraz en todo: En el pensamiento, en la palabra y en la acción.
Primeramente en el pensamiento, y esto no es fácil,
porque en el mundo hay muchos pensamientos falsos, muchas necias supersticiones,
y quien se halle esclavizado por ellas, no podrá progresar.
Por consiguiente,
no debes abrigar una creencia simplemente porque mucha gente piense así;
ni porque haya existido por siglos;
ni porque esté escrita en cualquier libro que los hombres tengan por sagrado;
deberás pensar por ti mismo y juzgar por ti mismo si la creencia es razonable.
Recuerda que aunque mil personas estén de acuerdo sobre un asunto,
si nada saben acerca de tal asunto, su opinión carece de valor.
Quien desee hollar el Sendero deberá aprender a pensar por sí mismo,
pues la superstición es uno de los mayores males del mundo,
uno de los grilletes de los cuales deberás liberarte por completo.
Debe ser verdadero tu pensamiento respecto de los demás.
No pienses de ellos lo que no te conste;
ni supongas que ellos te tienen de continuo en su mente.
Si una persona hace alguna cosa que tú creas puede causarte daño,
o dice algo que creas se refiere a ti, no pienses enseguida: “Este quiere ofenderme”.
Muy probable es que ni siquiera haya pensado en ti,
por que cada Alma tiene sus propias dificultades,
y sus pensamientos giran principalmente en torno de sí misma.
Si alguna persona te habla coléricamente, no pienses: “Me odia, trata de perjudicarme”.
Es probable que cualquiera otra persona o cosa le ha puesto iracundo,
y por haberte encontrado, descarga sobre ti su cólera.
El está actuando mal, porque toda ira es una tontería,
mas no por eso, es lícito pensar erróneamente de él.
Cuando llegues a ser discípulo del Maestro,
podrás siempre verificar la exactitud de tu pensamiento comparándolo con el Suyo.
Porque el discípulo es uno con su Maestro;
y basta con que eleve su pensamiento hasta el pensamiento del Maestro,
para percibir inmediatamente si concuerda con Él.
Si no está de acuerdo, tu pensamiento no es correcto,
Él lo cambiará instantáneamente, porque el pensamiento del Maestro es perfecto,
pues Él lo sabe todo
Aquellos quienes todavía no han sido aceptados por Él,
no pueden hacerlo así por completo,
pero mucho podrán ayudarse deteniéndose a menudo y proponiéndose la pregunta:
“Acerca de esto, ¿Qué pensará el Maestro?
En esta circunstancia: ¿Qué haría o qué diría el Maestro?”
Porque jamás deberás hacer, o decir, o pensar,
aquello que no puedas imaginar que el Maestro haga, diga o piense.
Debes igualmente ser verídico en la conversación, preciso y sin exageración.
Nunca atribuyas motivos a otros; sólo su Maestro conoce sus pensamientos,
y podría suceder que aquél actúe por razones que jamás hayan pasado por tu mente.
Si oyeres palabras de descrédito para alguien, no las repitas; podría no ser cierto,
Y aunque lo fuese, es más caritativo callar.
Reflexiona bien antes de hablar para que no digas inexactitudes.
Sé sincero en la acción, nunca pretendas aparecer diferente de como realmente eres;
porque toda simulación es un obstáculo para la Luz pura de la Verdad,
que deberá resplandecer a través de ti, como la luz solar refulge a través de un limpio cristal.
Aprende a distinguir entre lo egoísta y lo desinteresado.
Porque el egoísmo tiene muchas formas,
y cuando crees haberlo destruido por fin en una de ellas, surge en otra,
tan fuerte como siempre.
Pero gradualmente estarás tan lleno del pensamiento de ayudar a los demás,
que no tendrás ya lugar, ni tiempo, para pensar en ti mismo.
Tienes aún que usar el Discernimiento en otra forma.
Aprende a descubrir a Dios en cada uno y en todas las cosas,
por malos o malas que puedan aparecer superficialmente.
Puedes ayudar a tu hermano mediante aquello que tienes de común con él,
que es la Vida Divina.
Aprende el modo de despertar aquella Vida en él;
aprende a hacer un llamamiento a esa Vida en él,
y de esta suerte, salvarás a tu hermano del mal.
II
AUSENCIA DE DESEO
Hay muchas personas para quienes la “Carencia de Deseos”
es una cualidad difícil de adquirir,
por que sienten que sus deseos son su ser mismo;
que si los deseos que les son peculiares, si sus agrados y desagrados fuesen eliminados,
nada de sí mismo quedaría.
Pero éstos son solamente los que no han visto al Maestro;
a la Luz de Su sacra presencia todo deseo se extingue, excepto el de ser como El.
Sin embargo, antes de tener la alegría de encontrarlo frente a frente,
podrás conseguir la Ausencia de Deseo si así lo quieres.
Te ha mostrado ya el Discernimiento
que las cosas codiciadas por la mayoría de los hombres,
tales como las riquezas y el poder, no valen la pena de poseerlas;
cuando esto se siente de verdad y no es un simple decir, cesa todo deseo de ellas.
Hasta aquí todo es sencillo, y sólo se requiere de que tú comprendas;
pero hay algunos que abandonan los objetivos terrenales
sólo con el fin de conseguir el Cielo, o de obtener la liberación personal del renacimiento.
Tú no debes caer en ese error.
Si por completo has olvidado tu Yo personal,
no es posible que te preocupe cuándo quedará libre ese Yo,
ni qué clase de Cielo obtendrá.
Recuerda que todo deseo egoísta encadena, por elevado que pueda ser su objetivo,
y mientras no te hayas desprendido de él,
no estarás enteramente libre para dedicarte a la labor del Maestro.
Ya que hayas destruido todos los deseos relativos a la Personalidad,
podrá todavía quedarte el deseo de percibir el resultado de tu labor.
Al prestar ayuda a alguien vas querer ver en cuanto le has ayudado;
y quizás aun desees que él o ella también lo reconozca y quede agradecido o agradecida.
Pero esto todavía es deseo, y también falta de confianza.
Cuando haces el esfuerzo por ayudar, debe producirse un resultado,
ya sea que puedas percibirlo o no; si conoces la Ley, sabes que así debe ser.
Por tanto, debes hacer el bien por Amor al bien y no con la esperanza de la recompensa;
deberás trabajar por amor al trabajo, no con la esperanza de percibir el resultado;
deberás dedicarte al servicio del mundo porque lo amas,
y porque no puedes prescindir de ayudarlo.
No desees poderes psíquicos;
ya vendrán cuando el Maestro juzgue que es mejor para ti que los poseas.
Muchos sufrimientos derivan a veces del esfuerzo por forzar su desarrollo prematuro;
quien así los posee es a menudo alucinado por engañosos Espíritus de la Naturaleza;
o llega a envanecerse y piensa que no puede equivocarse;
y en todo caso, el tiempo y la energía que su adquisición requieren,
podrían haberse empleado en trabajar por los demás.
Tales poderes vendrán en el curso de tu desarrollo;
deben, sin duda, venir, si el Maestro considera que te será útil su posesión anticipada.
El te dirá cómo desarrollarlos sin peligro. Hasta entonces, estás mejor sin ellos.
Guárdate, también, de ciertos pequeños deseos que son comunes en la vida diaria.
Nunca desees figurar, ni aparecer inteligente.
No desees hablar.
Bien está hablar poco; mejor aún es callar del todo,
a menos de que estés perfectamente seguro de que lo que vas a decir,
es verdadero, bueno y útil.
Antes de hablar, considera atentamente si lo que vas a decir reúne aquellos tres requisitos;
si no los tiene, guarda silencio.
Bueno será que te acostumbres desde ahora a pensar cuidadosamente antes de hablar;
porque una vez alcanzada la iniciación,
deberás vigilar cada palabra a fin de que no se te escape lo que no debe ser revelado.
Gran parte de la conversación usual es frívola e inútil
y si, además, cae en la murmuración, se vuelve maligna.
Acostúmbrate, pues, a escuchar antes que a hablar;
no des tus opiniones si no se te piden directamente.
Un enunciado de las cualidades requeridas, las presenta así:
saber, actuar, querer y callar;
y la última de estas cuatro, es la más difícil de todas.
Otro deseo muy común que debes reprimir severamente,
es el de inmiscuirte en los asuntos de otros.
Lo que otra persona haga, diga o crea, es cosa que no te importa,
y debes aprender a dejarla completamente a su albedrío.
Los demás tienen pleno derecho a la libertad de pensamiento, de palabra y de acción,
mientras no intervengan en asuntos de otro.
Tú mismo reclamas el derecho de hacer cuanto creas justo,
y debes conceder a otros la misma libertad;
y cuando hagan uso de ella no tienes derecho a criticarlos.
Si crees que alguien procede mal,
y puedes hallar la ocasión de hacerle la observación en privado,
lo harás con perfecta dulzura, y solo porque piensas que así, es posible que lo convenzas;
pero hay muchos casos en que aun esto, resultaría una intromisión indebida.
Por ningún motivo deberás tampoco ir a murmurar de ello con tercera persona,
porque eso sería una acción extremadamente malvada.
Si ves tratar con crueldad a un niño o un animal, es tú deber defenderlos.
Si observas que alguien viola las leyes del país, deberás informar a las autoridades.
Si se te confía el cargo de educar a una persona,
será tú deber hacerle notar con dulzura sus defectos.
Exceptuando tales casos, ocúpate de tus propios asuntos y cultiva la virtud del silencio.
III
RECTA CONDUCTA
El Maestro específica así las seis Reglas de Conducta que son especialmente requeridas:
1. Dominio De Sí Mismo Por Lo Que Atañe A La Mente.
2. Dominio De Sí En La Acción.
3. Tolerancia.
4. Contentamiento Y Alegría.
5. Finalidad Única.
6. Confianza.
Sé que a menudo algunas de estas reglas han sido denominadas de diferentes modos,
como también los nombres de las cualidades;
pero en ambos casos, yo he adoptado los nombres que el Maestro se sirvió al explicármelas.
DOMINIO DE SÍ MISMO POR LO QUE ATAÑE A LA MENTE
La cualidad de Ausencia de Deseo demuestra que el cuerpo astral debe ser dominado;
lo cual implica, que deberá hacerse otro tanto con el cuerpo mental.
Esto significa, control del carácter para no experimentar ni cólera, ni impaciencia;
control de la mente para que tu pensamiento pueda estar siempre calmado y sereno.
Y mediante el control de tu mente, control de tus nervios
para que sean lo menos posible susceptibles de irritación.
Esto último es difícil, porque al tratar de prepararte para el Sendero,
no puedes impedir que tu cuerpo se vuelva más sensitivo,
al grado de que sus nervios se perturbarán fácilmente al menor ruido o choque,
y resentirán agudamente cualquier presión,
pero precisa evitarlo lo mejor que puedas.
La mente tranquila implica también el valor,
que da ánimo para afrontar sin temor las pruebas y dificultades del Sendero;
significa, además, la firmeza que permita soportar fácilmente
las molestias de la vida cotidiana, y evitar la angustia incesante por cosas sin importancia,
que absorben la mayor parte del tiempo de mucha gente.
Estos males son el resultado de acciones anteriores, y cuando sobrevengan,
deberás soportarlos alegremente, recordando que todo mal es transitorio,
y que tu deber es permanecer siempre gozoso y sereno.
Tales cosas pertenecen a tus vidas pasadas, no a ésta;
No puedes alterarlas; por lo tanto, es inútil que te aflijas.
Piensa más bien en lo que estás haciendo ahora y que sí puedes alterar,
porque de eso dependerán los acontecimientos de tu siguiente vida.
No cedas jamás a la tristeza ni a la depresión.
La depresión es reprobable porque contagias a los demás y les dificulta más su vida,
cosa que no tienes el derecho de hacer.
Por eso, si alguna vez te invade, deséchala al punto.
Aún de otra manera deberás dominar tu pensamiento;
no le permitas vagar. Aplica todo tu pensar sobre cualquier cosa que hagas,
para que resulte perfectamente bien hecha.
No permitas ociosidad a tu mente,
antes bien, ten siempre en reserva buenos pensamientos para que se presenten,
tan luego como aquélla quede libre.
Emplea diariamente el poder de tu pensamiento en propósitos benéficos;
sé una fuerza a favor de la evolución.
Piensa cada día en alguien de quien sepas que está afligido,
o sufriendo, o necesitado de ayuda
y vuelca sobre él el caudal de tu amoroso pensamiento.
Guárdate el orgullo, porque el orgullo procede tan sólo de la ignorancia.
El hombre carente del Conocimiento se imagina que es grande,
que ha llevado a cabo éstas o aquélla gran acción.
El hombre sabio conoce que sólo Dios es grande,
y que toda buena obra es hecha tan sólo por Dios
DOMINIO DE SÍ EN LA ACCIÓN
Si es tu pensamiento cual debería ser, pocas dificultades tendrás al actuar.
Mas no olvides que para ser útil a la humanidad, debe el pensamiento traducirse en obras.
Que no haya pereza, sino actividad constante en buenas labores.
Pero debes hacer tu propio deber y no el de otro;
a menos, que lo hagas con su permiso y con la mira de ayudarlo.
Deja que cada cual haga su propio trabajo a su propio modo;
debes estar siempre dispuesto a ofrecer ayuda cuando se necesite,
pero nunca te entremetas.
Para muchas personas, la cosa más difícil del mundo
es aprender a ocuparse de sus propios asuntos;
pero esto es precisamente lo que debes hacer.
Por el hecho de que intentas emprender una labor más elevada,
no te es lícito descuidar tus deberes ordinarios;
pues mientras éstos no estén cumplidos, no quedarás libre para otro servicio.
No te impongas nuevos deberes mundanos,
pero desempeña a la perfección aquellos que ya tienes contraídos;
es decir, todos los deberes evidentes y razonables que tú mismo reconozcas,
no los deberes imaginarios que otros traten de imponerte.
Si has de seguir al Maestro,
preciso es que lleves a cabo el trabajo ordinario mejor que los demás, no peor;
porque hasta eso, también debe ser hecho en Su nombre
TOLERANCIA
Debes alimentar sentimientos de perfecta Tolerancia para todos,
y un cordial interés por las creencias religiosas de otros,
tanto como el que sientes por las tuyas propias.
Porque su religión, lo mismo que la tuya, sirve de Sendero hacia lo Supremo.
Y para ayudar a todos, deberás comprenderlas todas.
Pero a fin de lograr esta perfecta Tolerancia,
primeramente deberás liberarte del fanatismo y de la superstición.
Has de saber que no hay ceremonias indispensables;
de lo contrario, te creerías superior, en cierto modo, a quienes no las practican.
Pero no hay que condenar a quienes aún se aferran a las ceremonias.
Deja que procedan como gusten;
sólo que ellos, a su vez, te dejen libre a ti, que conoces la Verdad.
No deben tratar de hacerte volver a la fuerza a lo que ya has dejado atrás.
Sé indulgente en todo, y benevolente en todas las cosas.
Ahora que tus ojos se han abierto,
podrán parecerte absurdas algunas de tus viejas creencias y de tus antiguas ceremonias,
y quizás lo sean en realidad. No obstante, si bien tú ya no puedes participar en ellas,
respétalas en obsequio de aquellas buenas Almas para las cuales son todavía importantes.
Ocupan su puesto, tienen su utilidad;
son como aquellas dos líneas que de niño te servían para escribir recta y uniformemente,
hasta que tu mano aprendiera a hacerlo mucho mejor y más libremente sin ellas.
Por un tiempo te fueron necesarias, mas aquel tiempo ya pasó.
Un gran Instructor escribió una vez:
“Cuando yo era niño, hablaba como niño, comprendía como niño y pensaba como niño;
pero al llegar a hombre, he desechado las cosas infantiles”.
Ahora bien, aquel que haya olvidado su niñez y haya perdido toda simpatía hacia los niños,
no es el hombre apto para instruirlos o ayudarlos.
Por lo tanto, considera a todos los seres con Bondad, con Dulzura y Tolerancia;
pero a todos igualmente, sean budistas o hindúes, jainos o judíos, cristianos o mahometanos.
CONTENTAMIENTO Y ALEGRÍA
Soporta tu Karma, cualquiera que sea, con ánimo alegre,
considerando como un honor el sufrimiento que te sobrevenga,
porque ello demostrará que los Regentes del Karma te juzgan digno de ayuda.
Por duro que sea, agradece que no haya sido peor.
Recuerda que eres de poca utilidad al Maestro,
mientras tu mal Karma no se haya agotado, y quedes libre.
Al ofrecerte a El, pediste que tu Karma se acelerase de modo que ahora,
en una o dos vidas, agotarás resultados que de lo contrario
pudieran haber sido repartidos en un centenar de encarnaciones.
Mas, para obtener mayor provecho, debes soportarlo Contento y Alegre.
Otro punto más; debes renunciar a todo sentimiento de posesión.
El Karma podría separarte de las cosas que más estimas,
aun de las personas a quienes más ames.
También, en este caso, deberás estar contento
y pronto a desprenderte de cualquier cosa y de todo.
A menudo,
se necesita que el Maestro transmita Su fuerza a otros por mediación de Su servidor;
y no podrá hacerlo, si Su siervo se deja abatir por la depresión.
Por lo tanto, que sea el estar Contento una regla de tu vida.
FINALIDAD ÚNICA
El único objetivo que deberás poner ante ti será el de hacer la obra del Maestro.
Nunca debes olvidarlo, sea cual fuere otra labor que pudiera presentarse.
De hecho, nada mas podrá presentarse,
pues todo trabajo útil y desinteresado es labor del Maestro, y por Él debes hacerlo.
Y deberás poner toda tu atención en cada parte a medida que lo hagas,
para que resulte lo mejor posible.
Aquel mismo Instructor escribió también:
“Cualquier cosa que hagas, hazla de todo corazón,
como para el Señor; y no para los hombres”.
Piensa en cómo harías una tarea
si supieras que el Maestro habría de venir de pronto a examinarla,
justamente así debes hacer todo tu trabajo.
Quienes tienen conocimiento, sabrán mejor todo lo que este versículo significa.
Y aun hay otro semejante y mucho más antiguo:
“Cualquier labor que caiga en tus manos, hazla con toda tu Alma”.
La Finalidad Única significa también,
que nada deberá apartarte, ni por un momento, del Sendero en el cual has entrado.
Ni las tentaciones, ni los placeres mundanos,
ni aun algún afecto terrenal, deberán desviarte jamás.
Porque tú mismo has de llegar a unificarte con el Sendero;
a tal punto debe éste ser parte de tu naturaleza,
que lo sigas sin necesidad de pensarlo y sin que te sea posible apartarte de él.
Tú, la Mónada, lo has decidido así;
separarte del Sendero equivaldría a separarte de ti mismo.
CONFIANZA
Es preciso que tengas Confianza en tu Maestro; debes confiar en ti mismo.
Si has visto al Maestro, tendrás la más completa Confianza en Él,
a través de muchas vidas y muchas muertes.
Sin embargo, si no lo has visto aún, trata de forjarte una idea de Él y de tener fe en Él;
pues si no, ni aun Él podrá ayudarte.
Si no hay perfecta Confianza, no puede producirse el perfecto influjo de Amor y de Fuerza.
Debes tener Confianza en ti mismo. ¿Dices que te conoces demasiado bien?
Si así lo sientes, de hecho no te conoces;
conoces solamente la débil cáscara externa, que con frecuencia ha caído en el fango.
Pero Tu –El verdadero TU–, eres una Chispa de la propia Divina Flama,
y Dios, que es Omnipotente, mora en ti
y por esta razón nada existe que tú no puedas hacer si quieres lograrlo.
Di a ti mismo: “Lo que el hombre ha hecho, el hombre puede hacerlo.
Yo soy un hombre y a la vez Dios en el hombre; puedo hacer tal cosa y resuelvo hacerla.”
Porque tu Voluntad deberá ser cual templado acero, si has de hollar el Sendero.
IV
AMOR
De todas las cualidades requeridas, la más importante es el Amor,
porque si el Amor está suficientemente desarrollado en un ser,
le obliga a adquirir todas las demás;
y todas ellas, sin Amor, jamás estarán completas
Con frecuencia se le interpreta
como un intenso deseo por la liberación de la rueda de nacimientos y muertes,
y por la unión con Dios.
Pero en tal interpretación hay egoísmo y expresa sólo parte de su significado.
No es tanto deseo como voluntad, resolución, determinación.
Para que produzca su resultado, esta resolución deberá compenetrar tu naturaleza entera,
de suerte que no quede lugar para cualquier otro sentimiento.
Efectivamente, es la Voluntad de ser Uno con Dios,
no para escapar del cansancio y sufrimiento,
sino a fin de poder actuar con Él y como Él, debido a tu profundo Amor por Él.
Puesto que Dios es Amor, tú, que anhelas llegar a ser Uno con Él,
debes estar lleno de perfecto desinterés y también de Amor.
En la vida cotidiana, esto implica dos cosas:
Primero, que cuides de no dañar a ningún ser viviente.
Segundo, que siempre estés pendiente de cualquier oportunidad de prestar ayuda.
Primeramente, no dañar en modo alguno.
Tres son los pecados que en el mundo producen más daño que todo los demás:
la maledicencia, la crueldad y la superstición, porque son pecados contra el Amor.
El hombre que desee llenar su corazón con el Amor de Dios,
deberá estar continuamente en guardia contra estos tres.
Observa lo que hace la murmuración.
Comienza con un mal pensamiento, lo cual es ya de por sí un crimen.
Porque en cada uno y en todas las cosas hay algo bueno;
y en cada uno y en todas las cosas hay algo malo.
Lo uno o lo otro pueden ser reforzados con el pensamiento,
y de esta manera podremos ayudar o estorbar a la evolución;
y podremos hacer la Voluntad del Logos u oponerle resistencia
Si piensas en el mal que pudiera haber en otros,
estarás haciendo al mismo tiempo tres cosas perniciosas:
I.- Estarás llenando tu medio ambiente con malos pensamientos en vez de buenos,
aumentando la pesadumbre del mundo.
II.- Si en aquella persona existiese el mal en que piensas,
Lo estarás fortaleciendo y alimentando;
y por lo tanto, estarás empeorando a tu hermano en vez de mejorarlo.
Pero generalmente el mal no se encuentra allí, solamente lo has imaginado,
entonces, tu mal pensamiento sirve a tu hermano de tentación para obrar mal,
porque si él no es aún perfecto, podrás inducirlo a que Él sea lo que piensas de él.
III.- Llenas tu propia mente de malos pensamientos en vez de buenos;
y así obstruyes tu propio crecimiento
y te conviertes, para los ojos capaces de ver,
en un objeto repulsivo y penoso; en vez, de bello y amable.
No contento con haber causado todo este mal a sí mismo y a su víctima,
el murmurador hace cuanto puede por asociar a otros a su delito.
Les narra con ardor su maligna historia, con la esperanza de que le crean;
y aquellos se unen a él para acumular malos pensamientos sobre la desgraciada víctima.
Y esto se repite día tras día,
y es hecho no por una sola persona sino por millares.
¿Comienzas ahora a comprender lo bajo y terrible que es este pecado?
Debes evitarlo por completo.
Nunca hables mal de nadie;
y rehúsa escuchar a quien se expresa mal de otro, haciéndole ver con dulzura;
que, “Quizá no sea verdad; y si lo fuese, es más caritativo no hablar de ello”.
Por lo que respecta a la crueldad, la hay de dos especies: intencional e involuntaria.
La crueldad intencional consiste en hacer sufrir deliberadamente a otro ser viviente;
este es el mayor de todos los pecados:
Obra más bien de un demonio que de criatura humana.
Tal vez dirás que ningún hombre sería capaz de tanto,
pero los hombres lo han hecho a menudo, y todavía lo hacen diariamente.
Lo hicieron los inquisidores;
lo hicieron muchas personas religiosas en nombre de su religión.
Los vivisectores lo hacen; y para muchos maestros de escuela eso es habitual.
Todas esas personas tratan de excusar su brutalidad diciendo que tal es la costumbre;
pero un crimen, no deja de ser crimen porque muchos lo cometan.
El Karma no toma en consideración la costumbre,
y el Karma de la crueldad es el más terrible de todos.
En la India, al menos, no puede haber excusa respecto de tales costumbres,
porque el deber de no hacer sufrir es bien conocido de todos.
La suerte reservada al cruel debe caer también sobre todos aquellos
que intencionalmente se dedican a matar criaturas de Dios, y llaman a eso “deporte”.
Bien sé que nada de esto harías tú y que por razón del Amor a Dios,
abiertamente protestarás en contra de ello, cuando la oportunidad se presente.
Pero existe una crueldad en el lenguaje, tanto como en la acción;
y el hombre que dice una palabra con el intento de herir a otro, es reo del mismo delito.
Esto, tampoco, lo harás tú,
pero a veces una palabra descuidada daña tanto como una maligna.
Por lo tanto, debes estar en guardia contra la crueldad involuntaria.
Esta deriva, frecuentemente, de una falta de reflexión.
Podrá un hombre estar tan lleno de codicia y de avaricia,
que ni se le ocurra pensar en los sufrimientos que ocasiona a los demás
pagándoles demasiado poco, o dejando que pasen hambre su mujer y sus hijos.
Otro pensará solamente en su propia lujuria,
sin importarle el número de Almas y Cuerpos que arruina al satisfacerla.
Por evitarse algunos minutos de molestia,
otro hombre descuida el pago oportuno a sus operarios,
sin pensar en las dificultades que eso les acarrea.
Son muchos los sufrimientos causados precisamente por descuido,
por el olvido de pensar en cómo una acción afectará a los demás.
Pero el Karma no olvida jamás ni toma en cuenta el hecho de que los hombres olviden.
Si quieres entrar en el Sendero, debes reflexionar en las consecuencias de lo que haces,
para no ser culpable de crueldad inconsciente.
La superstición es otro mal muy poderoso, y ha sido causa de muchas y terribles crueldades.
El hombre que es esclavo de ella desprecia a otros que son más sabios,
y trata de forzarlos a que procedan como él.
Piensa en la horrible carnicería producida por la superstición
de que los animales deben ser sacrificados,
y también por aquella superstición; más cruel aún,
de que los hombres necesitan nutrirse de carne.
Piensa en el tratamiento que la superstición impone a las clases despreciadas en la India,
y observa cómo esa mala cualidad, puede alimentar una crueldad despiadada
aun en aquellos que conocen el deber de la Fraternidad.
Muchos crímenes han cometidos los hombres en nombre del Dios de Amor,
movidos por esta pesadilla de la superstición;
sé pues muy cauto, para que de ella no quede en ti ni el menor vestigio.
Debes evitar estos tres grandes crímenes, pues son fatales a todo progreso,
porque son pecados contra el Amor.
Pero no solamente debes abstenerte así del mal;
también deberás ser activo en el obrar bien.
A tal punto habrás de estar lleno de intenso anhelo de ser servicial,
que continuamente aproveche la ocasión de ser útil a todo aquello que te rodea;
no solamente a los hombres, sino también a los animales y a las plantas.
Es preciso servir en las pequeñas circunstancias de la vida diaria,
para adquirir el hábito y no dejar escapar, cuando se presenten,
las raras oportunidades de hacer alguna cosa grande.
Porque si tú anhelas ser Uno con Dios, que no sea en consideración a tu provecho,
sino para que logres convertirte en un canal por donde pueda fluir Su Amor,
hasta llegar a tus semejantes.
Quien se halla en el Sendero no existe para sí mismo, sino para los otros;
se ha olvidado de sí para poder servirles.
Es como una pluma en la mano de Dios,
a través de la cual pueda fluir el Pensamiento Divino,
y encontrar aquí en la Tierra una expresión, que sin tal intermedio no podría tener.
Pero al mismo tiempo es un viviente penacho de fuego,
irradiando sobre el mundo el Divino Amor que inunda su corazón.
La Sabiduría que capacita para ayudar;
la Voluntad que dirige a la Sabiduría;
el Amor que inspira a la Voluntad;
he ahí las cualidades por adquirir.
Voluntad, Sabiduría y Amor, son los tres Aspectos del Logos;
y tú, que deseas entrar a Su Servicio,
debes manifestar estos Aspectos en el mundo.
Maestro. Kutumí.
Maracaibo, Estado Zulia, Venezuela, 1996